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Autosabotaje

  • Marta Yolanda Aguirre
  • 10 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

Los animales no practican el autosabotaje







A veces, nos convertimos en nuestros peores enemigos cuando se trata de cumplir con metas de vida.

Nos ponemos obstáculos o límites innecesarios; o posponemos, justificando lo injustificable.

Existen estados negativos crónicos que conviven en nuestro interior y se exteriorizan en forma de auto-boicoteo.

El auto-sabotaje es una forma de agredirse a uno mismo y genera ira, frustración, impotencia y más acciones de sabotaje.






Los animales no practican el autosabotaje ni la dilación; no fingen que quieren lo que en realidad no quieren, ni dejan las cosas para más tarde cuando podrían conseguirlas en el momento.

Los seres humanos sí lo hacemos.


Podemos pasarnos la vida en un estado de permanente auto-engaño.

Somos capaces de sabotear nuestras relaciones sentimentales; el cuidado personal, por ejemplo, una dieta iniciada por razones de salud; objetivos laborales; esquivar una y otra vez las oportunidades cada vez que se presentan.



Todo esto, sin tener la más remota idea de lo que estamos haciendo y de las razones por las cuales lo hacemos.

Pagamos un alto costo por nuestro comportamiento saboteador.


El gran inconveniente de no hacer frente al auto-sabotaje es que, mientras no se lo supere, es muy probable que fracasemos en muchas de nuestras empresas y no aprovechemos las buenas oportunidades que se nos presentan.

Entender el proceso de auto-sabotaje es el primer paso para dejar de hacernos trampas a nosotros mismos, para dejar de invocar excusas no válidas y para dejar de culpar a los demás por cuestiones de las que no son responsables.


Dicen que la mejor táctica del diablo consiste en hacer creer a todos que no existe.

Pues, idéntica estrategia tienen las excusas; en cuanto pensamos que no existen, empiezan a funcionar.


Si reflexionamos un poco podremos identificar tres tipos de personas:


  • Las que hacen cosas o personas activas.

  • Las que ven cómo se hacen las cosas, espectadores pasivos.

  • Las que se preguntan qué ha pasado y como lo hicieron, personas totalmente inactivas.


Cruzar el puente de las ideas a la acción, ayuda a situarse entre el primer tipo de personas; no hacerlo suele ser la forma habitual de auto-sabotaje sufrida por los otros dos tipos.

Este no hacer genera una imagen devaluada de sí mismo, la envidia, la ira, frustración, impotencia son el resultado inevitable.

Solemos creer que diligencia y calma son disposiciones contrarias; pero no es así en absoluto: se puede ser diligente tomándose las cosas con calma; sin prisa ni atolondramiento.


Por su parte, la calma en estado puro, sin acción o labor alguna a la que sea referida, sin diligencia ninguna a la que prestar apoyo, no es calma o paciencia, es, más bien, negligencia, una disposición característica del perezoso y del vago

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