top of page

SINGLE POST

EL HABITO DE POSPONER

  • Marta Yolanda Aguirre
  • 4 ago 2019
  • 2 Min. de lectura

La palabra original es procrastinación, pero, en lenguaje corriente hablamos del hábito de posponer.

Esta disposición no acarrea consecuencias indeseables para el individuo o para su entorno.

Sin embargo, perjudica a ambos.

¿Por qué posponemos ciertas actividades que consideramos importantes?

Como, por ejemplo, actividades asociadas a la salud, al trabajo, a las tareas domésticas, al trabajo intelectual.

Es necesario puntualizar que se detectan en las conductas habituales dos tipos de procrastinación:

La que afecta a cuestiones cotidianas tales como: posponer eternamente el arreglo de un artefacto en la casa, la preparación de un examen, el orden en el escritorio o la visita al médico. Y la que afecta a los objetivos y proyectos fundamentales de la propia vida.

Las formas más habituales de perder el tiempo son aquellas que usamos como justificantes para no hacer lo que debemos hoy, ahora, en este momento.

Por ejemplo, "me dieron un diagnóstico de hernia de disco, no tengo dinero para tratarme, pero no es problema, hoy puedo caminar bien, mañana pensaré que hago con ella".

La salud debería ser prioridad para cada uno de nosotros, ¿por qué dejamos para más adelante hacernos cargo de un diagnóstico negativo?

Con este sencillo ejemplo salta a la vista que, este hábito tiene como justificante un orden de prioridades que la persona se ha impuesto a sí misma, que se alza como contra-poder para dilatar aquello que nos agobia.

Los diferentes tipos de miedos por los cuales se tiende a posponer están relacionados con la creencia de que no somos capaces de lograr éxito en nuestros emprendimientos.

Es necesario lograr la comprensión y modificación de algunas de nuestras formas no funcionales de pensar. Identificar los juegos y los estilos de conducta por los cuales dejamos para mañana aquello que podemos hacer hoy. Desarrollar estrategias para seguir adelante cuando nos atascamos en la mitad de una tarea. Saber cómo motivarnos para comenzar y terminar tareas desagradables que no podemos dejar de hacer. Reflexionar cómo gestionar nuestro tiempo para que rinda de manera más efectiva en relación a las metas que nos hemos propuesto.

¿El entusiasmo inicial por una tarea, predice si se cumplirá?

No, es el auto-control quien lo hace, de manera más efectiva que el éxito académico o la inteligencia que miden los test; altamente cuestionados porque evalúan sólo un tipo de habilidad.

El yo, impulsivo o saboteador, es lo que nos hace desear, pero no da satisfacción.

El deseo es una promesa de recompensa, no la recompensa en sí misma.

Sabiamente, el filósofo James decía:

"Nada cansa tanto como una tarea inconclusa".

Comentarios


bottom of page